La cultura de seguridad del paciente debe impregnar las políticas que se establezcan, las decisiones directivas y clínicas, los procesos y prácticas asistenciales, las estructuras físicas y cualquier elemento de prevención o control que se establezca.
La mejora de la cultura de seguridad requiere implicación de un personal directivo competente, visible y activo para garantizar la gestión proactiva de los riesgos y el despliegue, la monitorización y evaluación de objetivos y actuaciones que promuevan la seguridad en todos los ámbitos, servicios y centros asistenciales.
Este área está orientada hacia la mejora de los modelos organizativos y la garantía de entornos de trabajo seguros. Pone el acento en la transparencia, el compromiso y el liderazgo e incide en la coordinación, la colaboración y la comunicación como elementos clave para alcanzar la máxima seguridad.